Miguel Sobrado

Existe un malestar creciente en la población. Esta ve crecer los ingresos globales al mismo tiempo que la desigualdad. Mientras un 20%, ligado a la nueva economía y al poder, tiene niveles de consumo crecientes, el grueso de la población está estancada o vive un proceso de franco deterioro. El desempleo y la informalidad crecen peligrosamente al mismo tiempo que las noticias sobre corrupción y los privilegios se desbordan en un marco de pasiva impunidad generando desesperanza y resentimiento.

Como el problema de la corrupción es visto como producto de la falta de ética y moral personal y no se perciben sus causas en el sistema patrimonialista de gobierno donde todos quieren sacar algo del Estado pero nadie aportar “para que no se lo roben”. Cada vez que llega un nuevo gobernante “de manos limpias”  y se repiten los problemas derivados de las “organización” institucional, la normativa e inercia del sistema, cunde la desmoralización y pérdida de fe en el gobierno. Aflora la frustración la impotencia y la disposición al linchamiento. La intolerancia  y la violencia se van consolidando en las redes y en las relaciones sociales.

Ante la desesperanza y falta de alternativas se va creando paulatinamente un clima fértil para un gobierno autoritario y dictatorial, que en nombre de dios o de un líder pida poner fin al “imperio del mal”. Pero, ¿es la dictadura una alternativa en nuestra América? Definitivamente no, la historia está plagada de dictadores “salvadores” que llevaron la violencia, el hambre y la tragedia a sus pueblos. Si este no es el camino y la legalidad democrática está blindada por leyes y reglamentos de los grupos patrimonialistas que entorpecen, cuando no imposibilitan el cambio, ¿Cuál es la alternativa?

Pienso que es con más democracia y cambios políticos que por una parte, y esto es estratégico,  incorpore y abra perspectivas participación con políticas de integración organizada de las poblaciones hoy excluidas del proceso de desarrollo. Que abra la tecnología aplicada, con software libre como la experiencia que con arduinos está llevando a cabo don Arnoldo Mora Vaglio con los estudiantes del colegio de Sixaola, aplicada a las condiciones locales. Todo esto debe conducir, aprendiendo de las mejores prácticas a una reforma educativa que actualice nuestro sistema educativo y nos prepare para el siglo XXI. Al mismo tiempo que se transforma la educación para los niños y jóvenes impulsar, a través de procesos de capacitación masiva, a la población con responsabilidades para gestar encadenamientos productivos y cívicos.

Por otra parte, en el plano táctico es preciso que un gobierno de cambio sepa construir autoridad y respaldo con pequeños logros, en campos sensibles para la población, que tengan poder acumulativo. Estamos programados para la desesperanza de la corrupción patrimonialista, pero no estamos determinados. No vamos a cambiar con sermones ni moralinas, sino con actividades que evidencien que otro mundo es posible, nos reprogramen y capaciten para un Estado ciudadano.

Por ejemplo en nuestro caso en el campo de la salud demostrar que con buena organización y anteponiendo los intereses de los usuarios, es posible reducir la listas de atención en los hospitales. Existen ejemplos de hospitales que pueden ser destacados en una rendición de cuentas, de cara la prensa nacional, la defensoría de los habitantes y el Estado de la Nación, proponiendo metas y compromisos públicos para los otros hospitales y clínicas.

Una situación similar se puede dar en cuanto a obras públicas y movilidad del transporte, destacando a los mejores equipos de trabajo y la necesidad de anteponer los intereses  de los usuarios, en la gestión pública. Destacando en una primera etapa a los mejores y la necesidad de operar sobre información verificable.

En seguridad se puede destacar también las mejores prácticas estableciendo metas locales progresivas.

Todo este trabajo puede y debe ser coordinado con las organizaciones comunales, empresariales y cooperativas locales y regionales buscando que se conviertan en gestores y auditores de la gestión pública. Creando una sólida base de gestión y gobierno.

De este trabajo que empieza por metas pequeñas pero viables y acumulativas, deben surgir planes y compromisos para cada año, de cuyo cumplimiento serán garantes los ministros rectores, Presidentes Ejecutivos y Juntas Directivas de instituciones autónomas.

La viabilidad de esta propuesta que parte de pequeñas metas radica en que por ser pequeñas, siempre que sean relevantes y sensibles para la población, su cumplimiento genera autoridad y respaldo para el gobierno, lo que a su vez le permite evidenciar ante la ciudadanía, las normativas y las trampas institucionales que mantienen los privilegios y la corrupción. Un gobierno que goce de un respaldo creciente puede proponer y presionar para que los cambios institucionales se realicen en la Asamblea Legislativa o a través de  referendo.

Desde luego esta no es una tarea fácil e implica, no solo la convicción de que es la forma de salvar la democracia, sino la determinación por parte del Presidente y el Consejo de Gobierno de destituir a los jerarcas que incumplan los compromisos adquiridos frente a la población.

De tal forma entre las políticas inclusivas, que incorporan el conocimiento a nuestra realidad y dinamizan el potencial organizativo, y una consecuente y rigurosa gestión acumulativa, es posible construir, todos juntos y en democracia, el Estado que necesitamos.

Es una época que requiere abrirse a nuevos paradigmas, para evitar el camino al despeñadero por el que transitamos.