Miguel Sobrado

 

¿Nos conviene alinearnos con los Estados Unidos en su guerra comercial contra China?

Bajo los últimos dos gobiernos, la política exterior frente a China parece estar dando tumbos contradictorios que ponen en entredicho la sana neutralidad y la apertura comercial. Tumbos peligrosos que nos impiden aprovechar la posición geopolítica y geocomercial en nuestras relaciones con la potencia asiática emergente.

No es de recibo que nuestra embajadora en Beijín, Patricia Rodríguez Holkemeyer, una gran especialista nacional en asuntos chinos, saliera molesta por falta de interés de la cancillería en su trabajo. Rechazar, por ejemplo la donación de escáneres para utilización de las aduanas por celos comerciales, no es de recibo, sobre todo cuando la ausencia de estos escáneres ha sido aprovechada para el tráfico de drogas mezclados con mercancías nacionales.

China había cifrado grandes expectativas en la relación con Costa Rica. El estadio nacional fue solo un primer paso en una serie de iniciativas y propuestas de negocios, que como todas propuestas deben ser ponderadas en función del interés nacional, pero el panorama era muy alentador. Aparte del cuestionado negocio de la refinería, nuestro país recibió otras ofertas y propuestas, algunas, aunque rezongando, en trámite de ejecución por lo avanzado de las gestiones anteriores, como la ampliación de la carretera a Limón. Otras  quedaron en el ámbito de los convenios inter institucionales y requieren de voluntad política para reactivarse. Algunas más significativas como la construcción de la primera zona económica especial, siguiendo el modelo de desarrollo integral chino, primero fuera de China, han pasado al congelador. Esto último es muy grave porque la zona económica propuesta  abarcaba regiones críticas con serios problemas sociales, como los puertos de Limón y Puntarenas, incluyendo, de paso a San Carlos. Un verdadero megaproyecto que implicaba no solo crear condiciones para la producción sino formar al capital humano necesario para su operación. Un proyecto que ya podría estar avanzado, aunque su conclusión, dada su complejidad, estaba prevista para el 2035.

Es evidente que el interés de la República Popular China está en nuestra posición geográfica como parte del “camino de la seda” y puente de entrada al continente. Lo cual es un interés legítimo de esa potencia, pero que hay que saber negociar en función del interés nacional y no enfriar o abandonar las negociaciones como lo hicimos de hecho. En política, como es sabido no existen vacíos y esta situación la ha aprovechado Panamá para firmar convenios y contratos para obras de gran trascendencia como el tren de alta velocidad que llega hasta nuestra frontera. Pronto las líneas aéreas chinas traerán miles de turistas en tránsito por nuestro continente y si sabemos revisar lo actuado, nuestro país podría beneficiarse.

Retomar la política de neutralidad y apertura comercial con inteligencia y talento aprovechando nuestra posición geocomercial, como con cualquier otro socio comercial, es fundamental para los intereses nacionales y para nuestro desarrollo en el siglo XXI. China es una potencia creciente, que en 10 años será la primera economía mundial y con la que deberemos tener las mejores relaciones basados en el interés y respeto mutuo. Exportaciones de productos perecederos cada vez más fáciles, por la apertura del megapuerto de Limón. No solo en el plano de las exportaciones, sino de la tecnología, la ciencia la cultura y el turismo. Se trata de un socio comercial que no podemos excluir porque tenga diferencias con los Estados Unidos. La época de la sumisión y dependencia de las repúblicas bananeras ya pasó, es el momento de aprovechar el nuevo ordenamiento internacional, para en interés de nuestro bienestar, reafirmar la neutralidad y la soberanía nacional.