La calidad de la educación es un factor de la mayor relevancia; tanto para el desarrollo económico
como para el quehacer cívico y la vida cultural del país. Los recursos asignados por el Estado
costarricense a esta tarea no son escasos, pero no se trata solo de incrementos en el presupuesto.
Se trata de un viraje necesario para que cale más profundo y obtenga mejores resultados en la
iniciativa y creatividad de nuestros jóvenes, que no es fácil de hacer en estructuras rígidas y
consolidadas. Sin embargo otros países, como Finlandia, están avanzando significativamente en
una renovación de sus políticas educativas y están obteniendo resultados destacados en el ámbito
mundial. ¿Podemos soñar con realizar algo semejante y emprender un camino de renovación, de
nuestras políticas educativas que dé frutos en el mediano o eso es una tarea imposible por la
maraña de intereses, normas y procedimientos existentes?
No pienso que sea fácil ni recomendable realizar reformas abruptas en nuestro sistema educativo,
pero si es posible iniciar procesos que conlleven a transformaciones significativas en el mediano y
largo plazo, procesos que se gestionen acumulando respaldo, en vez de administrar
burocráticamente. Esto lo entendió muy bien en el siglo XIX don Mauro Fernández, como bien lo
destaca don Iván Molina en su reciente libro sobre la educación nacional que obtuvo el premionacional 2016.
En concreto voy a mencionar tres puntos de apalancamiento que pueden estimular, bien
gestionados, una cascada de transformaciones. En primer lugar en nuestro país existen
educadores creativos e innovadores, que han logrado poner en marcha lo que podemos
denominar “buenas prácticas”, a contrapelo del actual sistema estandarizado y burocratizado.
Estas mejores prácticas deben rescatarse, integrarse y destacarse, como islas normativas dentro
del sistema. Para estimular su conocimiento y difusión es preciso crear un sistema paralelo de
estímulos basado en la evaluación que premie el esfuerzo y los resultados obtenidos en el ámbito
local, al cual puedan acogerse los docentes que acepten el reto. Todo esto sin afectar, a los que
prefieran seguir en el viejo sistema. Una segunda medida, que vendría a respaldar y reforzar los
cambios es la hibridación de nuestro sistema educativo. Esta es una vieja receta que nuestra
educación ha aplicado enviando a estudiar al extranjero, por ejemplo Chile, Francia, Italia, o
aprovechando a quienes lo hicieron con sus propios recursos. Hoy en día tenemos referencias
frescas sobre los avances e innovaciones en diversas partes del mundo, especialmente en Europa y
Asia. Seleccionar, con un riguroso criterio vocacional y de talento a un centenar de jóvenes, para
enviarlos a especializarse en las cinco experiencias más destacadas del mundo, está dentro de las
posibilidades de nuestro Estado. Estos jóvenes tendrían que firmar un contrato para venir al país a
montar y poner en marcha, al menos durante cinco años, escuelas modelo donde se aplicara,
enseñara a otros docentes, la metodología del país donde estudiaron.
En tercer lugar, desde el Ministerio, la decisión política debe cubrirse con recursos, en los planes
de mediano plazo, para estas experiencias. Al mismo tiempo impulsar una nueva escala de
valoración magisterial a la cual puedan acogerse los docentes y escuelas destacados. Es muy
recomendable, sin embargo, que estas decisiones vayan aparejadas de reformas en la integración
del Consejo Superior de Educación, para que éste no se limite solo a los gremios y universidades,
sino que incluya a las regiones y padres de familia. Desde luego y esto no como recomendación
sino como eje que posibilite la participación de las comunidades es la difusión de la evaluación por
resultados de cada centro docente. De tal forma que en los nombramientos y permanencia de los
educadores cuente la calidad y el criterio de los padres de familia.
En el tiempo, el primer punto, esto es la ubicación y selección de las mejores prácticas, puede
durar un semestre. Crear condiciones para su eventual reubicación y generar condiciones de
trabajo puede llevar año y medio más. Los resultados, como norte y orientación de la política
educativo pueden llevar varios años más, pero desde el principio van a empezar a incidir creando
opinión en los padres de familia y estímulo y polémica entre los docentes.
El Segundo punto, la selección y envío de jóvenes a formarse en experiencias mundiales que
hibridaren nuestro sistema educativo puede hacerse de forma paralela con la selección de las
mejores prácticas. El tiempo de estudio de estos jóvenes en el exterior puede llevar, dependiendo
del país y el manejo del idioma entre 3 y 5 años. De tal forma que su impacto se va a sentir en el
país en el mediano plazo y los resultados aún un poco más de tiempo, pero las transformaciones
serán profundas. En cuanto a costos, pienso que no serán relevantes comparados con los de otros
proyectos educativos que se han realizado en el país.
¿Nos atrevemos a avanzar potenciando nuestras mejores prácticas y acumulando respaldo con los
resultados?