La calidad de la educación es un factor de la mayor relevancia; tanto para el desarrollo económico
como para el quehacer cívico y la vida cultural del país. Los recursos asignados por el Estado
costarricense a esta tarea no son escasos, pero no se trata solo de incrementos en el presupuesto.
Se trata de un viraje necesario para que cale más profundo y obtenga mejores resultados en la
iniciativa y creatividad de nuestros jóvenes, que no es fácil de hacer en estructuras rígidas y
consolidadas. Sin embargo otros países, como Finlandia, están avanzando significativamente en
una renovación de sus políticas educativas y están obteniendo resultados destacados en el ámbito
mundial. ¿Podemos soñar con realizar algo semejante y emprender un camino de renovación, de
nuestras políticas educativas que dé frutos en el mediano o eso es una tarea imposible por la
maraña de intereses, normas y procedimientos existentes?
No pienso que sea fácil ni recomendable realizar reformas abruptas en nuestro sistema educativo,
pero si es posible iniciar procesos que conlleven a transformaciones significativas en el mediano y
largo plazo, procesos que se gestionen acumulando respaldo, en vez de administrar
burocráticamente. Esto lo entendió muy bien en el siglo XIX don Mauro Fernández, como bien lo
destaca don Iván Molina en su reciente libro sobre la educación nacional que obtuvo el premionacional 2016.