El INA tiene una organización y una infraestructura orientada, en lo fundamental, a la capacitación de la mano de obra del sector moderno de la economía. Algo razonable porque de tal formación dependen la inversión externa y los ingresos de los trabajadores y de la economía en general.

A estos programas de capacitación, cuyos costos son elevados y demandan personal calificado, sin embargo, no tiene acceso el sector tradicional.

Los requisitos de ingreso excluyen a las personas que perdieron la oportunidad educativa, un porcentaje considerable de la población económicamente activa.

Como hay cada vez menos puestos de trabajo de baja calificación y la inversión se dirige hacia el sector moderno, estos trabajadores pertenecientes al sector tradicional de la economía caen en el desempleo y la pobreza. Son necesarias políticas públicas que estimulen las actividades a encadenamientos y a una relación progresiva con el sector moderno.

Los sectores moderno y tradicional deben considerarse como una unidad dentro de las políticas del INA y orientarse a una convergencia progresiva para alcanzar el desarrollo y evitar la desestabilización política del país. Esto se agrava por la falta de políticas públicas que estimulen el desarrollo territorial, tanto en forma de financiamiento, como de crédito e infraestructura.

La capacitación para el sector tradicional, cuando se presenta, no está articulada a la demanda real ni está orientada a los encadenamientos territoriales; responde a cursos institucionales estandarizados y masificados, no siempre oportunos o de primera necesidad para el desarrollo local.

Enfoque de la capacitación. Un problema que enfrenta la capacitación dirigida a los adultos es la visión subyacente que reduce las personas a ganadores o perdedores.

Cuando consciente o inconscientemente se emplea el estereotipo de que los excluidos lo son por ser “perdedores”, lo que corresponde es ayudarles a sobrellevar, con alguna forma de asistencia, su mala suerte, pues por sí mismos no pueden superar su situación.

Este concepto está ligado a la teoría del derrame, que presupone que son los ganadores quienes activan la generación de riqueza.

Los perdedores, dentro de este contexto, están determinados a la exclusión y deben ser asistidos para prevenir la inestabilidad social, mientras la riqueza se generaliza y se derrama sobre toda la sociedad nivelando la desigualdad. Esta teoría, que promueve el asistencialismo, ha resultado ser nefasta en las políticas sociales porque induce la discapacidad cultural del pobrecito.

Pedagogía y andragogía. Como se sabe, la pedagogía es el arte de la enseñanza a los niños, pero la población excluida es la adulta, cuyo proceso de aprendizaje y capacitación debe regirse por el arte de la andragogía, que requiere autonomía. Un proceso donde la iniciativa debe partir de las necesidades sentidas y la visión de los sujetos involucrados.

De tal forma que la pedagogía aplicada a los adultos, aunque se denomine participativa, termina siendo un fracaso que el profesor Raff Carmen de Manchester denomina participulación.

La andragogía, o arte de la educación de adultos, parte de que cada ser humano, aunque dispone de calidades diferentes, tiene posibilidades de desarrollarse en la medida en que tenga oportunidades.

La metodología de capacitación masiva (MCM). Es una corriente de la andragogía desarrollada por el brasileño Clodomir Santos de Morais, sustentada en la teoría de la actividad objetivada durante los últimos cuarenta años en tres continentes, generando empresas y organizaciones asociativas.

La MCM capacita en organización a través de la práctica en laboratorios organizacionales, donde actúan grupos mayores de 40 personas en condiciones de autonomía y con insumos indivisibles, contribuyendo a ajustar sus modelos mentales organizacionales a condiciones cambiantes.

Esta metodología sostiene que la organización es la fuente de poder que activa las neuronas y las capacidades para la participación en la actividad económica y social. Que los cambios que vive el sistema productivo contemporáneo desactualizan a sectores crecientes excluyéndolos de la actividad productiva y de la vida social.

La MCM parte de la premisa que el sistema, si bien nos configura organizacionalmente, no nos determina. Que a través de la actividad organizada pueden desprogramarse y reprogramarse las capacidades de los grupos y comunidades. Su tarea es alfabetizarlos organizacionalmente para contribuir a su desempeño en la vida económica y cívica, y en la estabilidad y el desarrollo sostenible.

Los laboratorios organizacionales de terreno son el instrumento empleado por la MCM para la capacitación en comunidades y grupos.

Este tipo de laboratorios se constituye en un proceso de autocapacitación de bajo costo que el INA debe incorporar a su quehacer para atender al sector tradicional, pues no necesita instalaciones especiales ni personal profesional permanente; además, estimula el tránsito a la modernidad y los encadenamientos.

La comunidad o grupo, una vez organizado, busca locales e instructores en la localidad o en su entorno inmediato para recibir los cursos preprofesionales necesarios para poner en marcha sus emprendimientos.

Seguir el camino de incorporar a las comunidades al desarrollo, potenciando la acción institucional, como lo marcó el benemérito Dr. Juan Guillermo Ortiz Guier en el campo de la salud, es también indispensable en la capacitación profesional para alcanzar las metas del desarrollo nacional.