A pesar de los grandes aportes presupuestarios que realiza nuestro país, para superar la pobreza, uno de los más elevados per cápita del continente, ésta no baja mientras que otros países han logrado avances con menos recursos
En la política social se distinguen dos grandes campos de acción: La política asistencial dirigida a quienes se ven afectados de manera temporal por desastres u otras calamidades y a quienes lo son de manera permanente por no poder valerse ya por sí mismos.
Dejando de lado lo asistencial permanente que mitiga la pobreza de los más necesitados, los proyectos promocionales, que deberían reinsertar a la pobreza temporal al proceso de desarrollo, presentan serias limitaciones desde su concepción y de las relaciones de poder y la configuración institucional. A esta población se les visualiza como “perdedores”, esto es personas que no han sido capaces de “flotar” solos y que requieren ayuda externa. Esta concepción está arraigada en las relaciones de poder, basada en el clientelismo y en la misma organización institucional, que propone soluciones “desde arriba”.
Fuera de algunos escasos proyectos de apoyo técnico a grupos organizados, los programas son elaborados y ejecutados por el personal institucional, sin consulta ni participación real de las comunidades. En este contexto se estimula la pasividad la dependencia y se fortalecen las relaciones culturales de dominación y subordinación. Esto es no genera la pro actividad, participación ni la cultura que requiere el desarrollo.
Más allá de las declaraciones oficiales de “participación e iniciativa” de las comunidades que sostiene la política social internacional como requisito para el desarrollo, se instala la participación con manipulación o “participulación”. Concepto que ha sido destacado por el profesor Raff Carmen de la Universidad de Mánchester, por sus efectos adversos a la incorporación de las poblaciones a sus soluciones. Todo esto a contrapelo de la rica experiencia de la andragogía, o sea la ciencia de la educación de adultos, como de los logros alcanzados por la aplicación de la teoría de la actividad objetivada, que postulan la autonomía de los adultos individuales o grupales, como requisito para que se produzca la capacitación. Se imponen las relaciones de poder y la inercia de gestión burocrática, en contra del conocimiento científico, menguando y anulando el impacto de las inversiones públicas.
Es fundamental recordar que las personas que se encuentran en condiciones de pobreza, pero tienen condiciones para superarla, lo están porque no tuvieron las oportunidades educativas y las capacitaciones oportunas, por eso tienden a quedar rezagados en el actual proceso de cambio tecnológico y organizacional. Para salir del estancamiento se requiere de capacitación y de servicios que les permitan asumir un papel activo en la resolución de los problemas comunales y de ingreso familiar. Sin organización, y ésta requiere de autonomía para ejercerla, no existe poder efectivo ni posibilidades de participación en la construcción de una nueva comunidad y cultura que rompa los techos mentales culturales y abra senderos al desarrollo.
La teoría de la actividad objetivada, aplicada a través de los Laboratorios Organizacionales impulsados por Clodomir Santos de Morais con éxito en 3 continentes, incluso en contextos clientelistas, ha tenido logros sustantivos durante cinco décadas en 3 continentes. Estas experiencias, que para el siglo XX fueron documentadas en el libro “A Future for the Excluded” editado por R. Carmen y M. Sobrado, muestran centenas de experiencias donde miembros de las comunidades excluidas asumieron el control de su propia suerte y salieron de la pobreza. Algunas de estas experiencias como Hondupalma y Coapalma en Honduras y Coopesilencio en Costa Rica, están vivas, a pesar del matapalo del clientelismo, más de cuatro décadas después. Se trató de obreros desplazados de las bananeras y campesinos sin tierra que dieron la lucha y se capacitaron en Laboratorios organizacionales por los procesos de reforma agraria. En dichos laboratorios de organización y aprendieron a concebir y realizar proyectos como empresarios, pero lo más importante, es que en este proceso descubrieron sus capacidades organizativas como sujetos del cambio, rompieron esquemas e iniciaron un cambio cultural que sobrevive hasta la fecha. Una situación de organización autónoma muy parecida, aunque no idéntica, fue el proceso de salud comunitaria impulsada por el Dr. Ortiz Guier en el Hospital sin Paredes en San Ramón aplicada en cinco cantones, donde se redujo abruptamente la mortalidad materno infantil y que fue objeto de premios nacionales e internacionales por sus alcances. En todos los casos fueron procesos de organización dinamizados desde abajo, donde el apoyo técnico se ajustó a sus necesidades y no las comunidades a la organización burocrática.
Puente al Desarrollo, el programa que permitió algunos logros al gobierno anterior se basó en un ordenamiento y coordinación del archipiélago institucional, focalizando sus recursos. Sin embargo encontrará pronto un límite en la medida que no incorpore a las comunidades. La participación real es fundamental, más allá del fundamento científico, por lo limitado de los recursos institucionales y por la necesidad de generar fuerzas locales y regionales que coadyuven con la reforma institucional.
El primer problema serio para superar la pobreza lo enfrentará el INA, que debe atender de acuerdo a las directrices presidenciales, la capacitación de los pobre con estudios incompletos. No se puede lograr esto flexibilizando solo la admisión o asignando más becas. Es preciso crear categorías intermedias pre profesionales, hoy ausentes, que sirvan de puente en los encadenamientos pero sobre todo incorporar a las comunidades y sus recursos e instalaciones al quehacer institucional. ¿O es que sobran recursos para construir aulas y contratar burócratas por doquier?. Existe experiencia podremos hacerlo… o es muy difícil imaginarlo.