El Gran Tempisque de don Federico Sobrado Carreras: una experiencia del siglo XX donde se puede apreciar el impacto de las políticas públicas sobre el auge y decadencia del desarrollo regional
Dos libros, escritos uno por una nieta y un nieto, sobre su abuelo Federico Sobrado Carrera remozan la historia de este visionario empresario, dinamizador de Guanacaste en las primeras 4 décadas del siglo XX. El primero de estos libros “La casa de la independencia” de Martha García Sobrado publicado recientemente en México y del cual han circulado algunos ejemplares en nuestro país y el segundo, aunque primero en el tiempo, de Federico Sobrado París fue elaborado hace varios años y circulo en una edición digital limitada, que algunos han impreso.
Más allá del interés que pueda tener para sus descendientes, dentro de los cuales me incluyo, la figura de don Federico, pienso que su experiencia empresarial es de interés de la historia económica nacional como una experiencia de desarrollo agroindustrial dinamizadora de la economía regional a partir de la apertura del monopolio de la producción de alcohol.
Don Federico, inmigrante a los 15 años para que no lo utilizaran como carne de cañón en las guerras carlistas de España, viajo a Argentina. Tuvo una rica experiencia en ese país donde amasó una pequeña fortuna comerciando caballos hacia Chile a través los Andes. Con esos recursos compró un barquito y viajó solo hasta Panamá. Pretendía colaborar con en la construcción del canal, pero cuando llegó se encontró que el constructor del canal de Suez Ferdinand de Lesseps, había fracasado. Se vino entonces para Costa Rica donde se casó con doña Pacífica García, guanacasteca hija de don Tomás Guardia e inició sus trabajos exportando maderas de Guanacaste a Alemania. Ya con algún ahorro compró la Hacienda Santa María, actual parque nacional, donde inició su actividad agropecuaria utilizando tecnología. Posteriormente compró la Hacienda el Tempisque que gozaba de un permiso gubernamental para destilar alcohol en su trapiche. Pronto transformó el trapiche en un ingenio e inició el camino a un desarrollo agro industrial que dinamizó la economía regional. Desde el Tempisque, se expandió con la compra de territorios de la Chocolata, La Hacienda Maderas Negras, la Hacienda El Real y la Hacienda las Delicias “convirtiéndose en el mayor terrateniente de la zona”. “La producción de ingenio por él instalado era poco menor de los doce mil quintales de azúcar, cifra suficiente para abastecer la mitad del mercado guanacasteco de entonces.” En 1907 bajo decreto del entonces Presidente González Víquez se le otorgó la concesión de destilar alcoholes puros y de baja graduación. La destilería estaba instalada con maquinaria Lavalle francesa con cuatro cubas para la destilación de 4200 litros cada una. La apertura del monopolio de la Fábrica Nacional de Licores se mantuvo por más de 30 años. En este tiempo se diversifico la actividad industrial, bajo la dirección de don Arnoldo Heger se instalaron una fábrica de candelas, otra de jabón, un beneficio de arroz y un procesador de madera. El beneficio de arroz tenía maquinaria alemana y el aserradero un equipo moderno que le permitía amachimbrar y dar acabado a la tablilla.
Unos años después se montó la fábrica de hielo que abastecía Liberia a pesar que el transporte duraba seis horas en carreta.
La electricidad era de uso común en El Tempisque, mientras permanecía desconocida en el resto de la provincia. Las obras de la agro industria requerían e una gran infraestructura incluyendo un tanque con péndulo para recoger las aguas del rio abastecer sus industrias y proveer el consumo así como un puente colgante de 100 metros de largo sobre el rio para facilitar el transporte de trabajadores, materias primas y productos.
“Este desarrollo agro-industrial a la vera del gran Tempisque era movilizado por energía de vapor, para lo que disponía de tres calderas.” Estas se alimentaban con leña y el bagazo producto de la trituración de la caña.
El desarrollo agroindustrial requería de servicios técnicos de apoyo tanto de profesionales, como de mecánicos y de una red de transporte capaz de llevar los productos a las ciudades del Guanacaste y El Puerto de Puntarenas, tal como lo requería el acuerdo de Gobierno.
La operación del Gran Tempisque requería de circulación de dinero que la Hacienda facilitaba en forma de “chapas” con valor de cambio, que circulaban en toda la provincia; así como confianza y apoyo bancario.
Actividad complementaria de la industrialización fue la cría de cerdos al pastoreo y la explotación de apiarios.
“Los pastizales eran asistidos por doce maquinas podadoras tiradas por bueyes, que asimismo desyerbaban los cañales…limpiaban cada una a razón de dos hectáreas diariamente.”
El hato era de 16.000 cabezas de ganado y el ganado caballar más de 1.500 cabezas.
Las inundaciones anuales del rio Tempisque dejaban cardúmenes de sardinas que eran recogidas con redes y servían para alimentar la piara necesaria para la industrial del jabón y candelas. La harina de pescado era utilizada para la producción porcina.
La producción de alcohol, eje de este polo de desarrollo regional que ocupaba mano de obra de las poblaciones vecinas y estimulaba el empleo en las ciudades, se vio interrumpida por la prohibición que estableció la administración de León Cortés Castro 1936-40, paradójicamente el último de los gobiernos liberales, para devolver el monopolio a la FANAL. Esta prohibición coincidió con la muerte de don Federico y estimuló la diáspora de sus hijos e hijas a otras actividades y regiones. Carentes de la actividad centrífuga que le permitía estimular e integrar la economía local, el Gran Tempisque desapareció y aunque como Hacienda siguió teniendo peso no volvió a tener el dinamismo y la relevancia