¿ES POSIBLE RETOMAR EL CAMINO DEL DESARROLLO INCLUYENTE?

Sí pero hay que cambiar de rumbo y estimular la autonomía y creatividad de las organizaciones.

El desarrollo costarricense, aunque exitoso en términos económicos, ha tenido un costo social y político creciente. Mientras el 22% ha visto incrementarse sus ingresos, el 78% los ha visto estancarse o reducirse. No se han dado políticas económicas y sociales que estimulen las iniciativas y el desarrollo del llamado sector tradicional de la economía, que promuevan sus capacidades e inserción pujante a la economía nacional. Aquí hemos dado ventajas a la inversión extranjera, y está bien, pero estas ventajas deben ir acompañadas de estímulo a los encadenamientos con la economía nacional, tal como lo hace Israel que demanda que se compre un porcentaje  insumos y servicios nacionales en un plazo de tiempo razonable. Las políticas sociales, más allá de las asistenciales que tienen un fin de mitigar la pobreza, no se han dirigido a potenciar la autonomía organizativa y creatividad de las poblaciones excluidas. Por el contrario, se ha potenciado el tutelaje político y la manipulación con el uso de recursos públicos de las instituciones “promotoras”, generando corrupción y castración en las organizaciones populares.

Mientras tanto la exclusión social y la falta de oportunidades han generado desempleo, pobreza y falta de perspectivas. Como menos de la mitad de la población adquiere el grado de bachillerato,  y en las zonas costero fronterizas este porcentaje se eleva considerablemente,  las oportunidades de conseguir un ingreso digno se difuminan. El Instituto Nacional de Aprendizaje, llamado a crear oportunidades  para todos, establece requisitos de ingreso y barreras que impiden el acceso a gran parte de la población excluida dejándola por fuera del acceso a la economía moderna, al mismo tiempo que tampoco moderniza su oferta. Paralelamente crece la delincuencia organizada impulsada por la corrupción y el poder económico creciente el narcotráfico. Se disparan los delitos económicos y crecen los asesinatos producto de las rivalidades entre bandas por controlar el mercado de las drogas. Se erosiona y corrompe el tejido social en un ambiente que estimula el consumo galopante, pero no proporciona oportunidades legítimas para obtener ingresos dignos, y crece la desesperanza, el alcoholismo y la violencia intrafamiliar, frente a la cual el Estado ni las instituciones tradicionales no ha desarrollado mecanismos efectivos. En este contexto, han surgido las iglesias evangélicas ofreciendo sanaciones o dinámicas de grupo, que logran contrarrestar en algunos casos el avance del alcoholismo y las drogas, ofreciendo de esta manera al menos un sendero de esperanza en el ámbito familiar.  Estas iglesias que operan con sus fieles, han venido llenando el espacio que los instituciones públicas, anquilosadas por rígidas estructuras centralizadas pesadas e ineficientes y cautivas del clientelismo político no han podido para la organización y desarrollo del potencial de la gente organizada.

Los nuevos tiempos requieren una adecuación de las políticas económicas y sociales del Estado a las necesidades del desarrollo. Anteriormente mencionamos el ejemplo de Israel para las políticas económicas, pero es indispensable ajustar al mismo tiempo las políticas sociales, no para crear más burocracia y clientelismo sino para estimular las iniciativas y participación de las comunidades, quienes deben convertirse en actores de la política social pero esto no será fácil porque choca con las estructuras de poder existentes. No obstante, la realidad ha empezado a manifestar con crudeza sus necesidades y los resultados electorales han sido un campanazo, que si bien ha dejado a muchos aturdidos, debe llamar la atención sobre la importancia de la organización autónoma; de como la comunidad con buenas políticas, es capaz de sacar adelante la tarea sin necesidad de comisarios políticos, ni intervencionismo burocrático.

Las experiencias nacionales e internacionales existen, pero han sido ignoradas a propósito por las redes de poder. Un caso, en nuestro país fue el Hospital sin Paredes impulsado por el doctor Ortíz Guier, en la década de los setenta y ochenta realizada en cinco cantones de la meseta central occidental. Con las comunidades organizadas creo 160 puestos de salud, sin necesidad de recursos institucionales extra, se trajo abajo las altas tasas de mortalidad materno infantil, recibió premios internacionales y nacionales  incluso el de Benemérito de la Patria y su trabajo sirvió de modelo para la reforma del sector salud en los 90s. Solo que esta reforma dejó con los EBAIS, en la práctica  por fuera la participación de la comunidad y creo una estructura institucional costosa y pesada. Algo similar sucedió las cooperativas agrícolas de autogestión organizadas por campesinos sin tierra y obreros agrícolas desplazados por las bananeras  a principios de los 70s, surgieron, contra todos los pronósticos gracias a su lucha por la autonomía obteniendo resultados económicos y sociales destacados, no solo en Costa Rica, sino también en Honduras donde se montaron más de 1000 empresas asociativas. Estas experiencias se sistematizaron por parte de Clodomir Santos de Morais como Metodología de Capacitación Masiva, aplicada exitosamente en tres continentes y aunque posteriormente algunas de estas experiencias fueron sometidas a relaciones castrantes por el clientelismo, el camino fue trazado y debe ser recuperado como base de una nueva política social dirigida a activar las reservas humanas de la población hoy marginada o excluida.

Esto implica una visión diferente y renovadora de la política social y económica, que demanda cambios institucionales profundos y sacar del estado de confort a los políticos y burócratas. Pienso que no hay otra alternativa al desarrollo efectivo organizado y consciente de nuestro país. Lo demás es más de lo mismo con distinto nombre dejando por fuera el potencial creativo de la gente o limitándose a soluciones individuales.