Miguel Sobrado

En 1821 Costa Rica tenía escasos 60 mil habitantes dispersos por el territorio nacional. La declaración de independencia los tomó por sorpresa y solo atinaron a responder “hay que esperar a que se aclaren los nublados del día”. Éramos la provincia menos poblada y más pobre de la Capitanía General de Guatemala. Nos daba temor la respuesta de España. Nuestra seguridad era bastante precaria: a los Sambos Mosquitos teníamos que que pagarles un tributo anual para que no se llevaran el caco de Matina.

El cultivo y el comercio del café, que se inició poco antes de la independencia, había empezado a ampliar nuestros horizontes poniéndonos en contacto con Chile y Londres. No obstante, nuestro estado incipiente era muy débil y estaba sujeto a presiones localistas que llevaron a la llamada Ley de la ambulancia, que determinaba la rotación de la capital por las cabeceras de las provincias. Esta debilidad era la expresión de fuerzas locales  con un gran arraigo en la estructura social de pequeños productores, donde si bien existían diferencias sociales y económicas importantes, no existían asimetrías extremas, que permitieran como en otros países,  a unos pocos imponerse sobre el resto de la población.  Con Braulio Carrillo el Estado costarricense empieza ordenarse. Se suprime  el tributo a los Sambos Mosquitos recuperando la soberanía sobre el Caribe. Pero no es sino con la llegada al poder de Juan Rafael Mora y la amenaza e invasión  de la los filibusteros que el Estado se centraliza. Mora está bien informado y consciente del peligro que se avecina y prepara al país, a pesar de la oposición de los gamonales, para la guerra. Forma, sin dilaciones un ejército dirigido por militares profesionales prusianos y polacos. Realiza una serie de alianzas  estratégicas con países latinoamericanos y también con enemigos de Walker como el poderoso Vanderbilt el dueño de la Compañía del Tránsito había sido secuestrada  por Walker.  Con Inglaterra, potencia mundial dominante entonces que veía con preocupación los movimientos armados norteamericanos en la región, negocia la compra de 2000 de los más avanzados fusiles Minié que permitían una recarga rápida y le daban ventaja a nuestros soldados.

Con un ejército formado por militares y relativamente bien armado, no solo logra derrotar a Walker, sino configurar un Estado fuerte que nos otorga sentido de nación, al mismo tiempo que respeta los espacios de participación democrática. Son estos espacios los que permiten a las fuerzas  que resienten la creación del Banco de Medina y los costos de la guerra, le den un golpe de Estado y lo fusilen. Tras este hecho se desencadena una etapa de golpes de Estado hasta que don Tomás Guardia impone de nuevo un Estado con visión de futuro que construye ferrocarriles hacia ambos océanos, impulsa la educación  y logra que el país, en el último tercio del siglo XIX, tenga una tasa de crecimiento económico superior a la de Estados Unidos logrando que San José sea la tercera ciudad del planeta con alumbrado eléctrico.

En el siglo XX los cambios más importantes, de agotamiento y ajuste institucional, se dan en la década de los 40s después de una guerra civil. Con una nueva visión incluyente se da un fuerte impulso al desarrollo, hasta que grupos corporativos y patrimonialistas asumen para su beneficio industrialización fallida que endeuda al país y provoca, entre otros a la crisis de los 80s.

La posterior apertura al mercado mundial  abrió  nuevos espacios para el sector moderno de la economía. Esto se produjo sin caer en los excesos que promovió el Consenso de Washington, tendientes a reducir el aparato público al mínimo. En nuestro caso fueron mitigados por los contrapesos de la sociedad civil que defendieron el sistema de seguridad social. Las transformaciones si bien incrementaron los ingresos globales, incrementaron también la desigualdad, ya que no fueron incluyentes del 80% del sector tradicional de la economía, erosionaron y han debilitado peligrosamente  el tejido social permitiendo un considerable avance del crimen organizado.

Estos contrapesos sin embargo, no siempre han operado en función del interés nacional, ya  hay de grupos patrimonialistas empotrados en el Estado que han impedido los ajustes necesarios para articular el Estado que requiere el sistema institucional.

 

Costa Rica tiene condiciones sociales para realizar ajustes y articular de nuevo el sistema antes de que lleguemos a un punto de no retorno. Para poder hacerlo en democracia,  se requiere de un Estado con una visión de futuro incluyente y decisión de realizar los ajustes necesarios, que acumule progresivamente con sus logros iniciales el respaldo de una sociedad civil fuerte.

Esta es como dice Fukuyama la esencia de la política: “la capacidad de los líderes de abrirse paso a través de una mezcla de autoridad, legitimidad, intimidación, negociación, carisma, ideas y organización”. Es un proceso acumulativo donde, a partir de pequeños logros en los que se involucre la población organizada, debe construirse ciudadanía y desecharse el cascarón del clientelismo manipulador.