Vista desde la coyuntura fiscal en que estamos, la respuesta es un no rotundo por tratarse de una propuesta inoportuna e improvisada. Sin embargo, de cara al futuro y a la luz de algunas experiencias internacionales, sería conveniente si se dan las condiciones adecuadas.

En la Italia de los años sesenta se les trasladó el 60% del presupuesto nacional a las regiones y municipios. Los resultados fueron en general muy positivos. Dentro del marco constitucional se crearon 20 regiones con atribuciones propias, pero subordinadas a las políticas nacionales, alrededor de las cuales se integraron las municipalidades para realizar las tareas de mayor complejidad y envergadura.

De tal forma, la descentralización del país abarcó, además de obras públicas, salud, educación y política ambiental, social y agraria.

El país, como un todo, floreció en cuanto a gestión económica y social. Fueron creados tres niveles que permitieron la formación de un flujo de cuadros políticos de mayor capacidad y experiencia.

El desarrollo, sin embargo, no fue parejo. En las regiones con mayor comunidad cívica, especialmente el norte y noreste, hubo un apoderamiento de los gobiernos regionales y locales que fueron puestos al servicio público, lo cual estimuló el desarrollo y el bienestar, mientras que las del sur, que tenían tradiciones clientelistas, especialmente, no tuvieron mayor desarrollo y, en algunos casos, la mafia ocupó posiciones regionales y locales.

En otras palabras, la descentralización ahí donde existe comunidad cívica organizada, esta asume el control de las acciones del Estado, lo direcciona, pone a su servicio y genera bienestar y capital social. Ahí donde no existe, los espacios los llenan las fuerzas corporativas organizadas, y colocan el poder a su servicio.

Esas fuerzas pueden ser los caporales locales o la mafia. México, en donde se descentralizó sin comunidad cívica, es un ejemplo aleccionador por el espacio legal que se le abrió al crimen organizado.

En síntesis: descentralizar puede ser muy positivo cuando existe comunidad cívica y capital social. En nuestro país, contamos con regiones y localidades poseedoras de buenas condiciones, pero la transferencia debe hacerse dentro de un proceso de regionalización eficaz, que responda a las nuevas realidades y a las voluntades de la ciudadanía.

La organización provincial actual es un anacronismo del siglo XIX. Para la nueva regionalización podría, eventualmente, partirse del proceso de construcción de territorios que impulsa el Instituto de Desarrollo Rural (Inder). Esto podría facilitar el rediseño territorial, conjuntamente con los municipios.

Diferencias en regiones. La descentralización debe ser un proceso que responda a la maduración de la gestión institucional regional y local. No todas las regiones y municipios tienen condiciones para ir al mismo ritmo.

Las transferencias deben efectuarse en función de las políticas de integración regional, de participación y de control de la comunidad.

Como política complementaria para preparar a las futuras generaciones se requiere, por parte del Ministerio de Educación, de una formación cívica integral, de carácter crítico, que contraste la práctica institucional local con los principios y deberes constitucionales. Esto significa que debe señalar las desviaciones existentes y señalar nortes ciudadanos. Pero este proceso orientado a generar civismo en las nuevas generaciones debe ir aparejado necesariamente de una acción de reforma inmediata de las políticas sociales actuales que anulan la ciudadanía.

Política social correcta. El asistencialismo no solo no resuelve los problemas, sino que sirve de fundamento a relaciones de dependencia clientelista que atentan contra los valores republicanos y la organización cívica. Se convierten en un cáncer muy invasivo para la democracia.

La política social debe estimular la formación de capacidades, la organización local y regional y abandonar todo tipo de asistencialismo.

Actualmente, el 24% del Fodesaf, fondo con más de 1.000 millones de dólares, se desvía hacia sectores no pobres, lo que, además de alejarlo de su misión, sirve de caldo de cultivo para crear siervos en vez de ciudadanos.

Si se impulsan las condiciones y políticas anteriormente mencionadas y se estabiliza la situación fiscal, la descentralización y el traslado de recursos serán bienvenidos. De otra forma, improvisando e ignorando la coyuntura fiscal, es abrir una peligrosa caja de Pandora.