Hace pocas semanas, el Incae presentó, con un amplio patrocinio de fundaciones, empresas internacionales y autoridades académicas de Harvard y del MIT Sloan, el índice de progreso social cantonal.

Este índice revoluciona la forma tradicional de medir el desarrollo viendo solo la producción (PIB) ya que incorpora las necesidades básicas, los fundamentos del bienestar y las oportunidades para definir el desarrollo como inclusivo. Esto es con progreso social (capital humano y bienestar) así como sostenibilidad con el medioambiente.

Esta iniciativa, impulsada con gran entereza profesional por don Roberto Artavia, tiene una gran relevancia, pues constituye un giro estratégico en la visión de desarrollo del Incae y sus organismos patrocinadores, y a no dudarlo, incidirá a mediano plazo en nuestras políticas públicas.

El Incae ha tenido una gran incidencia en la formación de profesionales y políticos que han tenido a cargo la elaboración de políticas públicas.

Bajo la influencia de estas políticas se fortaleció el sector moderno de la economía y se han realizado algunas transformaciones institucionales importantes que han impulsado el desarrollo nacional; sin embargo, este enfoque ha tenido también resultados colaterales que han contribuido a gestar dos Costarricas: una próspera ligada al sector moderno de la economía con respaldo institucional fuerte y otra menos próspera, donde se incuba la pobreza y el desempleo por falta de políticas públicas ajustadas a sus necesidades.

Veamos el caso del nivel educativo de la población económicamente activa, que a raíz de la crisis de los 80, un 50% no pudo asistir al colegio y que, además de tener problemas para conseguir empleo, no califica dados los requisitos establecidos por el INA para capacitarse técnicamente y como emprendedores.

Ese tipo de requisitos funcionan en otros campos también como barreras para el crédito y los servicios, afectando las oportunidades de innovación como lo demostró el estudio sobre tecnología del Estado de la Nación, producto de la normativa orientada solo hacia el sector moderno de la economía.

Desde luego, en este proceso han tenido un aporte nada despreciable el centralismo y la falta de coordinación regional y local de las instituciones, problema que apunta también el índice de progreso social cantonal.

Lo importante ahora es que se dispone de un nuevo instrumento que puede orientar la política y a los técnicos y a los políticos en su ejecución. Hay que medir lo que realmente importa, dice el informe y cita a continuación a Stiglitz, Amartya Sen y Jean-Paul Fitoussi: “En una sociedad cada vez más orientada a la medición del desempeño, tener las métricas correctas importa mucho. Lo que medimos afecta lo que decidimos y hacemos. Si usamos malas mediciones, impulsaremos las prioridades equivocadas”.

Pienso que es hora de integrar esfuerzos en el análisis de la realidad nacional y en el seguimiento de los resultados de las políticas.

El Programa Estado de la Nación ha venido haciendo un esfuerzo, desde hace más de veinte años, por decantar y medir los componentes económicos, sociales y ambientales del desarrollo.

El aporte del Incae viene a enriquecer otros aportes que no se limitan al PIB, como el índice de desarrollo social y el índice de rezago social.

Este abre nuevas perspectivas para conseguir recursos, integrar esfuerzos y desarrollar trabajos conjuntos con la academia nacional.

Hay que aprovechar el aporte del Incae, y los realizados por el Programa Estado de la Nación, para reorientar la formación de los técnicos, políticos y comunidades en la elaboración de políticas incluyentes y articuladas.